sábado, 22 de octubre de 2011

The Troll Hunter / Trolljegeren / André Øvredal, Noruega, 2010

El gobierno dice que no hay por qué preocuparse; solo se trata de unos osos creando problemas en las montañas y bosques de Noruega. Pero los cazadores de la región no están nada convencidos, como tampoco lo están tres universitarios decididos a descubrir la verdad. Armados con una cámara de vídeo, se lanzan tras la pista del misterioso “furtivo” que hace todo lo posible para evitarlos. Pero su persistencia se ve recompensada cuando dan con el objetivo: TROLLS. No tardan en empezar a rodar todo lo que hace este improbable héroe de pelo canoso, EL CAZADOR DE TROLLS, poniendo sus vidas en peligro para descubrir los secretos de unas criaturas que parecían existir únicamente en los cuentos de hadas.


André Øvredal se olvida por el camino que son tan importantes los efectos especiales y momentos de acción como el resto del conjunto. Y más tratando de realizar un Mockumentary (o Mofumental, como sería su traducción) donde el objetivo que se ha propuesto es el de crear un reportaje (cámara al hombro) donde fusiona la realidad y la fantasía de cuento de hadas infantil (y ahí es donde ha puesto el listón muy alto). Y recordemos que en un falso documental de estas características suele estar presente la idea de que asistimos en todo momento a una ficción, la cual juega a simular ser una realidad al hacer uso de todas las estrategias y formas del medio documental. El filme de André Øvredal aprueba con un notable alto el mayor reto técnico que suponía su película, la creación de las criaturas. Y con un presupuesto muy ajustado consigue unos resultados aceptables. Pero por el camino olvida que en un producto de este tipo, para conseguir ese punto de verosimilitud en el que el espectador puede terminar entrando en el juego sin que lo que aparece en la pantalla chirríe de forma escandalosa, y además incomoda, es conseguir todos esos equilibrios. Y el primer paso debería ser que los personajes no se limiten a hacer cosas de periodistas sin tener personalidad alguna ¿O acaso Félix Rodríguez de la Fuente o El cazador de cocodrilos no la tenían? El equipo al que seguimos con su cámara y el Troll Hunter sobre el que se filma el documental, carecen de toda personalidad, de diálogos o guión alguno que puedan otorgarle credibilidad al juego. Encima esas carencias nos llevan en muchos tramos al peligroso terreno del aburrimiento. El planteamiento de la idea original, la de que tras ese cazador de Trolls se esconde una conspiración secreta del gobierno también está mal aprovechada al no explotar toda la intriga que podría ofrecer. Y la pregunta que uno se formula, si tenemos en cuenta el tono gris y la foto sucia que impregna a todo el filme, es ¿No sería mejor olvidarse de tratamientos tipo falso documental para llevar a cabo esta historia, viendo los majestuosos y bellos paisajes de los que goza Noruega como escenario para este tipo de aventura?









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