sábado, 5 de noviembre de 2011

El barco de la muerte / Death Ship, Alvin Rakoff, 1980

Un crucero es acosado por un extraño buque hasta conseguir una colisión, con la cual el crucero es hundido quedando tan solo unos pocos supervivientes, entre estos el capitán. Tras mantenerse a flote sobre una improvisada balsa, el buque misterioso aparece de nuevo y los supervivientes suben a el. Ni en la cubierta ni en el resto de la nave hay señales de vida. Pronto sucederán extraños accidentes y, el capitán del crucero, empezará a parecer estar siendo poseído por el extraño navío.

Varios buques malditos son los que han navegado por el cine, pero si de hacer aguas se trata, esta co-producción entre el Reino Unido y Canadá, supera con creces al mismísimo Titanic. Este productote principios de los 80 fue producido por Derek Gibson (The return of the living dead) quién contó para la dirección con Alvin Rakoff, un tipo forjado en la realización de productos para la televisión, series y telefilmes, cosa que se advierte enseguida en el film. Muchas carreras a cámara lenta, flashes y cambios bruscos de escenario que pueden distraernos bastante de la trama y que no vienen a cuento en ningún momento. La vida propia del buque se nos descubre ya al principio del film, para ello vemos ponerse en marcha sola a toda la maquinaria- y esas mismas tomas se repiten en el resto del metraje hasta la saturación del respetable-.

Dejando aparte toda la gran colección de fallos de realización, gazapos y demás despropósitos, podemos encontrar en el film a George Kennedy, ese especialista en películas catastróficas de los setenta como “Terremoto”, “Concorde” y aeropuertos varios . Otros de los nombres que aparecen en la cinta son el ya fallecido Richard Crenna- ¿Os acordáis del Coronel Trautman de Rambo?- y el también televisivo Nick Mancuso. Ninguno de ellos destaca en nada en la película. Más bien parecen preguntarse a donde pretende llegar esa cosa que están filmando. Da bastante pena, incluso, ver a George Kennedy dar tumbos sin ton ni son por el navío, sobretodo en ese calamitoso y absurdo final. De terror mas bien poco, lo que empieza como una historia de fantasmas con un barco por escenario en lugar de una antigua mansión, pronto se convierte en una pantomima con un capitán poseído y un barco que alberga recuerdos del nacionalsocialismo, todo, para no centrarse en nada. Un par de muertes bastante atractivas, eso sí, pero nada del otro mundo, no os vayáis a creer. Solo recomendable para incondicionales de la caspa.

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